Ven a mis brazos.
Toma mi cuerpo. Toma mi mente. Toma mi alma. Que ya nada más me queda por darte. Nada más que decir. Ahora me cuestiono: ¿es posible llegar a tal punto de que no me quede nada más que darte que mi más puro y sincero amor?. No lo sé. Tal vez es sólo una ilusión creada por un montón de hormonas, enzimas, células y moléculas. Tal vez. Porque si es que lo vemos desde ese punto de vista: objetivo, frío, inhumano, científico; el amor que siento (o creo sentir) por tí es sólo un montón de cambios químicos que has provocdo en mí. Pero vuelvo a cuestionarme: ¿Importa realmente el que piense en nuestro amor de esta forma?. A mí, sí. A tí, no lo sé. Me importa porque si lo estoy pensando de esta forma, es porque estoy cuestionandome/te/nos, a tí y a nuestro amor. Sólo me queda pensar que no te merezco, no mereces a alguien que cuestione tu amor, tus cambios químicos, como yo (mal/bien) digo, pero si no sabes lo que estoy pensando; esto no vale la pena. Esto queda para mí, esto queda sólo para mí. Y aunque te regale mi mente, nunca lo sabrás. Porque estos cambios químicos, aunque me atormenten, me hacen no querer dejarte; tenerte, por último, una última vez en mis brazos.