Solía esperar con ansias la salida de la escuela. No sé porqué, si sabía con certeza que debía esperar al menos tres largas horas más para poder verte. Recuerdo que ansíaba caminar por la calles de Providencia, apretando el paso para llegar a lo hora luego de haber vagando un buen tramo de tiempo. Llegaba cansado, casi siempre antes de la hora correcta y me sentaba por allí e imaginaba lo que te contaría lo mucho que nos reiríamos, lo mucho que te amaría con ganas, pero ni siquiera me atrevería a tomarte la mano. Mucho menos en público, tus padres dicen que eres aún joven como para poder decidir tus propios actos... Dicen que soy demasiado mayor como para poder agradarles, y yo les dije en silencio en medio de la noche, que eran muy tercos como para merecer vivir.